Declaración de Fe

En qué creemos: Fundamentos de nuestra Fe

El Único Dios Verdadero

Reconocemos y adoramos a un solo Dios, infinitamente perfecto y eterno. Él se manifiesta en tres personas distintas pero inseparables: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Dt. 6:4; Mt. 28:19; Jn. 4:24.

Jesucristo: Dios y Hombre

Creemos que Jesucristo es la segunda persona de la Trinidad. Siendo Dios eterno, se hizo hombre por obra del Espíritu Santo, naciendo de la virgen María. En Él conviven dos naturalezas perfectas: es verdadero Dios y verdadero Hombre, el único puente entre Dios y la humanidad.

Mt. 1:20-23; Fil. 2:6-11; 1 Pe. 3:18.

El Sacrificio Redentor y el Rey que Viene

Sostenemos que Jesús murió en la cruz ocupando nuestro lugar; el Justo pagando por los injustos. Su sangre derramada es lo único que nos justifica. Creemos en Su resurrección física, Su ascensión al cielo donde hoy intercede por nosotros, y en Su regreso glorioso para establecer Su Reino de justicia y paz.

Ro. 5:8-9; 1 Co. 15:4; Heb. 8:1; Hech. 1:11.

El Espíritu Santo en Nosotros

Creemos en la presencia activa del Espíritu Santo. Él es quien convence al mundo de su necesidad de Dios, regenera al arrepentido y habita en el creyente para santificarlo, guiarlo y darle poder para vivir una vida que honre a Cristo.

Jn. 14:16-17; Jn. 16:7-11; Hech. 2:38.

La Palabra de Dios como Autoridad

Aceptamos los 66 libros del Antiguo y Nuevo Testamento como la Palabra inspirada de Dios. La Biblia es nuestra única regla infalible de fe y conducta, siendo la revelación completa de Su voluntad para la salvación del ser humano.

2 Ti. 3:16-17; 2 Pe. 1:19-21; Jn. 17:17.

Realidad Humana y Salvación

El hombre fue creado a imagen de Dios, pero cayó por desobediencia, enfrentando la muerte física y espiritual. Solo mediante la obra de Cristo en la cruz podemos ser limpios de pecado y librados de la condenación eterna. Rechazar este sacrificio es permanecer en un estado de separación eterna de Dios.

Gn. 1:26-27; Ro. 3:23; Ro. 6:23; Ap. 21:8.

El Regalo de la Vida Eterna

La salvación ha sido provista para toda la humanidad desde la eternidad. Al arrepentirnos y aceptar a Jesús por fe como Señor y Salvador, nacemos de nuevo por el Espíritu Santo, convirtiéndonos en hijos de Dios y herederos de la vida eterna.

Jn. 1:12; Jn. 3:16; Tito 3:4-7.

Una Vida Santificada

Es la voluntad de Dios que cada creyente viva lleno del Espíritu Santo, apartado de la práctica del pecado y consagrado al servicio del Reino. Esta vida de santidad es una experiencia continua que nos capacita para ser testigos eficaces.

Ef. 5:18; Ro. 12:1-2; 1 Pe. 1:15-16.

Sanidad y Poder de Dios

Creemos que el sacrificio de Jesús también proveyó para la sanidad del cuerpo. Practicamos la oración por los enfermos y el ungimiento con aceite, creyendo que Dios sigue operando milagros en respuesta a la fe de Su Iglesia.

Is. 53:4-5; Sant. 5:13-16.

La Iglesia: El Cuerpo de Cristo

La Iglesia no es un edificio, sino el conjunto de todos los redimidos por la sangre de Jesús. Bajo Cristo como nuestra cabeza, estamos comisionados para ir por todo el mundo, bautizando y haciendo discípulos. Celebramos la Cena del Señor y el Bautismo como ordenanzas sagradas de comunión y obediencia.

Mt. 28:18-20; Ef. 1:22-23; 1 Co. 11:26.

Nuestra Esperanza Gloriosa

Creemos firmemente en el arrebatamiento de la Iglesia y en la segunda venida inminente, personal y visible de nuestro Señor Jesucristo. Esta verdad nos impulsa a vivir con excelencia, urgencia y una fe inquebrantable mientras esperamos Su regreso.

1 Ts. 4:16-17; Ap. 1:7; Lc. 21:27.